Todo fue por unas mermeladas....
Yo vivía en Hermosillo, cubrí a una compañera de trabajo. Angie y yo coincidimos en una videollamada de trabajo en donde ella presentó un plan que no incluía a mi región. Agendamos una llamada posterior y le reclamé porque no mandaría mermeladas; pasaron los meses y llegué a CDMX por un cambio de puesto.
Cuando nos conocimos en persona, le caí muy mal.
Después empezamos a coincidir en reuniones con amigos del trabajo. Pasado un tiempo y varias fiestas, nos dimos cuenta de que éramos el uno para el otro y comenzamos nuestra relación. Meses después comenzó la pandemia, acordamos que lo mejor para no poner distancia era vivir juntos esa situación, los meses se volvieron años y con los años cada vez nos uníamos más, y el amor creció hasta que nos volvimos inseparables.
Planeamos juntos un viaje a Valle de Guadalupe en La Baja. Reservamos un restaurante que ella había querido conocer desde hace tiempo, justo para cenar en la noche de su cumpleaños, ¡todo estaba listo! decidí proponérselo esa noche.
Pasamos el día juntos recorriendo viñedos y degustando vinos, y llegamos temprano a nuestra cena reservada, en donde tuvimos los mejores lugares y disfrutamos un verdadero banquete, que por cierto fue tan basto que estuvo a punto de complicar mis planes, por fin llegamos al postre. Cuando el capitán nos mencionó que había un postre especial para nosotros, esa fue mí señal, ¡dentro de un molde especial con forma de cerdito estaba el anillo y como siempre ella fue la primera en decidirse averiguar de que se trataba, cuando volteó a verme se veía muy emocionada y cuando termine mis palabras me abrazo y… ¡dijo que sí!